lunes, 27 de septiembre de 2010

Carta de Frida Kalo a, Carlos Noyola Fuentes



Carlos:

Hoy conocí a chavela Vargas
Extraordinaria, lesbiana, es mas
se me antojo Eroticamente,
no se si ella sintio lo que
yo, pero creo que es una
mujer lo Bastante liberal
que si me lo pide no
dudaria un segundo en
desnudarme ante ella
cuantas veces no se te
antojo un acoston y ya.
Ella repito es erotica.
acaso es un regalo que
el cielo me envia.
Frida K

domingo, 26 de septiembre de 2010

Carta de Moshe Benarroch a El Idrissi Mezouar



Estimado Mezouar:

Me preguntas por mi infancia y yo me sorprendo de nuevo, aunque ya no debería sorprenderme de esas cosas, ni de que me preguntes justamente sobre algo que estoy escribiendo en este mismo momento, mis cinco primeros años de vida en la calle Maaraka Annoual 21. ¿Por qué habría de sorprenderme, cuando estás traduciendo al árabe los poemas de mi libro "Esquina en Tetuán"?
Y, sin embargo, siempre es asombrosa esa forma que tiene la literatura de entrar en la realidad, como si todo lo que la separase de la ficción no fuera más que una ventana que uno tiene que abrir de vez en cuando para no asfixiarse.
El texto que escribo se titula "Pasaje Benarroch", que tal vez recordaras en la calle Mohamed V, muy cerca de la morería y la judería, casi al lado del palacio del rey en Tetuán. Durante los últimos diez años creí que aquel pasaje era de mi familia, aunque hace poco, al preguntar a mi madre, me dijo que nunca tuvo nada que ver con nuestra familia. Yo recordaba haber ido con mi padre a cobrar rentas, porque resulta que mi padre sí tenía otro inmueble en la calle Mohamed V, pero no era en el pasaje. Y me parecía muy literario que el pasaje estuviese relacionado con mi entorno familiar. A veces la literatura es más lógica y, tal vez, hasta más real que la realidad misma.
Bueno, así que nací y viví hasta casi mis trece años en la calle Maaraka Annoual 21, que se llamaba antes de la Independencia Cónsul Murphy, en una casa de muy bella arquitectura andaluza construida por mi abuelo y su hermano en los años treinta. Mi abuelo, Moisés Benarroch y su hermano Abraham tenían un negocio prospero llamado "Benarroch Hermanos" que suministraba a todo el norte azúcar, aceite y harina. Mucho dinero pasó por esas manos, y con ese dinero construyó muchísimos inmuebles en lo que hoy es el centro de Tetuán., similares a los que construían los judíos que volvían por entonces de las Americas con pequeñas fortunas.
Aquí hay una buena foto del inmueble.
Abajo creo que todavía esta el negocio de bicicletas. Yo vivía en el primer piso, y desde el pequeño balcón se veían las últimas montañas rifeñas. Un piso más arriba vivían mis primos y uno mas abajo otros primos de mi padre, los Nahon y los Bibas. En la misma planta vivía un musulmán de cuyo nombre, aunque lo intente, no me acuerdo ahora, aunque sí recuerdo que era carnicero. Estaba casado, pero no tenía hijos, y vivía con su mujer. Bueno, casi siempre, porque de tanto a tanto se peleaba con ella y cortaba los papeles, o sea, que la divorciaba según la sharía para presentarse luego delante del Caddi el día siguiente y casarse de nuevo. La leyenda cuenta que el Caddi dijo una vez que ya no los casaría otra vez, y entonces el carnicero se calmó un poco. Creo que en esa casa se vivió un gran amor, muy intenso y romántico.
No creo que te acuerdes de ese negocio de mi abuelo y hermano, pero tal vez sí hayas visto los "Almacenes Sananes" de mi abuelo materno, que vivía también en la calle Maaaraka Annoual, creo que en el numero 5; ahora, en esa casa hay un hostal con más de 20 habitaciones, que hospeda trabajadores llegados de otras ciudades. La última vez que fui a Tetuán, en 1996, estaba medio construido, y le dije al dueño que aquella era una casa prolífica y de mucha bendición -mis abuelos maternos tuvieron ocho hijos - donde abundaba la riqueza y era grande la generosidad. Mi abuelo paterno se convertía todos los viernes una especie de seguridad social judía, y desde la mañana venían todos los necesitados a hablar con él y a quejarse y a salir con algunos billetes para sobrevivir la semana siguiente o para hacer un Chabbatt más lucido. A eso de las tres llegaba el turno de los nietos, y nos sentábamos todos en las escaleras y esperábamos a que nos llamara uno a uno, y cada uno recibía unas monedas. Existía toda una jerarquía en el repartimiento: los que llevaban su nombre, recibían siempre un poco más, y los hijos de los hijos recibían más que los hijos de las hijas, y los varones más que las hembras, etc… Creo que fue allí donde me rebelé por dentro y por primera vez contra la injusticia de la discriminación.
Entre la calle Mouquauma y Mohamed V, en lo que llamábamos el ensanche, habitaba toda la mi familia y casi todos los judíos que habían abandonado la judería para instalarse en la ciudad nueva. La nuestra era una vida de primos y tíos, que se desarrollaba siempre en una atmósfera extremadamente familiar. Después estaba la escuela, EL Ittihad Maroc, una escuela judía en el corazón mismo del mundo musulman que todos conocíamos como La Alianza, y en la que estudiaba algún que otro cristiano o musulmán. La institución, que fue la primera que fundó, en 1862, La Aliance Française, cerró sus puertas definitivamente en 1974. A sus aulas íbamos por lo general andando, aunque a veces volvíamos en el trolley, y casi siempre pasábamos por La glacial, que se llenaba al mediodía de alumnos que hacían interminables colas para hacerse con alguno de sus buenos helados y después llegar sin hambre al almuerzo. Los veranos veraneábamos en las playas del mediterráneo, primero en Martíl, después en Restinga y, durante los últimos años, en Cabila. Viajábamos a menudo a Tánger y a Ceuta, ya fuese para pasear, para comprar algo o para ir al dentista. Recuerdo los pasteles de Port, y la tienda Kent donde siempre se encontraba algo más de lo que se buscaba, así como los deliciosos bocadillos de Brahim. Recuerdo todos esos años en forma de fragmentos, como el de Fatima -mi segunda madre- volviendo de Bélgica con el bolso lleno con cajas de chocolates para un muchacho de ocho años que ante ella no sabía cómo reaccionar, o llevándome a la escuela...
Dame tiempo para acoplar y escribir esos fragmentos, y gracias por invitarme a recordarlos.

Mois

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Carta de Felipe II al Rey de la China

Santarén, 5 de junio de 1581

Don Phelippe por la gracia de Dios Rey de España - de Portugal de las dos Siçilias de Hierusalem etc Yndias yslas y tierra firme del mar - oçéano - Archiduque de Austria - Duque de Borgoña de Brauante y Milán etc Conde Habspurg, de Flandes y de Tirol etc.
A uos el poderoso, y muy estimado Rey de la China, como aquél a quien deseamos el berdadero y entero bien salud y prosperidad con acreçentamiento de buenos deseos. Es tan sobrenatural el amor que Cristo nuestro Señor tiene a sus criaturas que hauiendo padesçido por ellas muerte y pasión y hécholes tantos y tan grandes benefiçios sólo quiere dellas el cumplimiento de sus diuinos preçeptos y el premio, que les promete, es darles la gloria y descanso eterno, acauado el limitado trauajoso y miserable tiempo desta vida, y tanto más será el descanso y grado de gloria allá quanto más nos huuiéremos auentaxado acá en el amor y seruicio suyo y assí todos los sanctos que tenemos en el diuino catálogo y allá gozan de aquellos bienes eternos, y agora son nuestros interçesores mereçieron la gloria que í tienen mediante la pasión del mismo Dios por sus sanctas obras y entre ellos ay muchos que mouidos con diuina inspiraçión instituyeron las religiones para que con recogimiento y clausura los hombres que quisieren darse a la contenplaçión de las cosas celestiales y a la predicaçión del Euangelio estubiesen en quietud, y reposo libres de los mouimientos y desasosiegos del mundo y destos fue vno el glorioso doctor Sant Augustín, de cuya orden embiamos algunos religiosos, con la carta nuestra, que ya abréis resçeuido y avnque son tales, como de su doctrina y o
fol. 1 vº
bras entenderéis ay otros muchos de diferentes órdenes que resplandecen en esta iglesia militante y la adornan con su exemplo y entre ellos son dignos de gran beneración los descalcos de la orden del seráfico padre San Francisco que menospreciando las cossas mundanas biben sin tener cosa propia los quales con deseo de ayudar a la conbersión y enseneamiento vuestro y de los naturales dese reyno se an ofrescido a tan largo y trauajoso camino para que el nombre verdadero Dios criador de todas las cosas sea en todas partes conosçido y alabado y sus criaturas gocen de sus fabores y dibina gracia y con el estandarte y bandera de la Cruz45 y con yntento y verdadera determinación de morir por ella ban a entender en ello y bisto que no se mueuen no solamente los coraçones pero las ojas de los árboles sin la voluntad del verdadero Dios y entendiendo que dél les biene este ferbiente caritatibo y piadoso deseo auemos querido condecender con él y acompanarlos con esta carta y ansí afectuosamente poderoso rey os rruego y encargo que miréis por estos religiosos y los faborescáis y ayudéis oyendo atentamente lo que os dixeren que sin dubda es dichoso el tiempo de vuestro reyno y Dios os ama pues a querido poneros tan en las manos poder yr al reyno del çielo quando se acabe el momentáneo y pereçcedero deste mundo lo qual se espera miraréis mucho como cossa que tanto ymporta para poder goçar de tan grande veneficio poderoso y muy estimado Rey Dios nuestro Señor os alumbre con su graçia y con ella tenga vuestra persona y real estado en su continua guarda de Santarén a çinco de Junio de myll y quinientos y ochenta y vn años yo el Rey Antonio de Eraso = señalada de los del consejo /

domingo, 19 de septiembre de 2010

Carta de Françoise Sagan a Jean-Paul Sartre

Querido señor:

Le digo "querido señor" pensando en la interpretación infantil de esta palabra en el diccionario: "cualquier hombre". No voy a decirle "querido Jean-Paul Sartre", es demasiado periodístico, ni "querido Maestro" que es lo que usted detesta, ni "querido colega", que es abrumador. Hace muchos años que quería escribirle esta carta, casi treinta años en realidad, desde que comencé a leer su obra, y sobre todo desde hace diez o doce años, cuando a fuerza de ridiculizarla, la admiración se ha vuelto lo bastante rara como para que uno casi se felicite del ridículo. Quizá yo misma haya envejecido lo bastante o rejuvenecido lo bastante como para burlarme hoy de ese ridículo del cual usted, siempre magnífico, jamás se preocupó. Lo que me interesa es que reciba esta carta el 21 de junio, día fausto para Francia que vio nacer, con algunos lustros de intervalo a usted, a mí y más recientemente a Platini, tres excelentes personas llevadas en andas o pateadas salvajemente - en su caso y en el mío gracias a Dios sólo en sentido figurado - por excesos de honores o indignidades que ellas no se explican. Pero los veranos son cortos, agitados y se marchitan. He terminado por renunciar a esta oda de aniversario y sin embargo tenía que decirle lo que voy a decirle y que justifica este título sentimental.

En 1950 empecé a leer de todo y, a partir de entonces sólo Dios o la literatura saben cómo he amado o admirado a una cantidad de escritores, especialmente los contemporáneos, de Francia y otros países. Más tarde conocí a algunos, seguí también la carrera de otros y aunque aún quedan muchos a quienes admiro como escritores, usted es el único que continúo admirando como hombre. Todo lo que prometió cuando tenía quince años, edad inteligente y severa, edad sin ambiciones precisas y por lo tanto sin concesiones, todas esas promesas usted las mantuvo. Escribió los libros más inteligentes y más honestos de su generación, hasta llegó a escribir el libro más rebosante de talento de la literatura francesa: Las palabras. Al mismo tiempo siempre se ha lanzado de cabeza en ayuda de los débiles y humillados, ha creído en la gente, en las causas, en generalidades, se ha equivocado a veces, eso, como todo el mundo, pero (y en esto contrariamente a todo el mundo) siempre lo ha reconocido. Ha rechazado obstinadamente todos los laureles morales y todas las retribuciones materiales de su gloria; ha rechazado el pretendidamente honorable premio Nobel cuando sin embargo carecía de lo necesario, tres veces le pusieron bombas en ocasión de la guerra de Argelia, arrojándolo a la calle sin pestañear siquiera; ha impuesto a los directores de teatro mujeres que le gustaban para papeles que necesariamente no se adecuaban a ellas, demostrando así pomposamente que, para usted, el amor al contrario podía ser "el brillante duelo de la gloria". En resumen, usted ha amado, escrito, compartido, dado todo lo que tenía para dar y que era lo importante, al mismo tiempo que ha rechazado todo lo que se le ofrecía y que era la importancia.

Ha sido hombre al mismo tiempo que escritor, nunca pretendió que el talento del segundo justificaba las debilidades del primero, ni que la felicidad de crear autorizaba por sí sola a despreciar o a ignorar a sus allegados, ni a los demás , todos los demás. Ni siquiera sostuvo que equivocarse con talento y buena fe legitimaba el error. En realidad no se ha refugiado tras esa famosa fragilidad del escritor, esa arma de doble filo que es su talento, jamás actuó de Narciso, que sin embargo es uno de los tres papeles reservados a los escritores de nuestra época junto con el de petimetre y gran criado. Por el contrario, esa arma supuestamente de doble filo, lejos de atravesarlo con delicias y clamor como a muchos, usted quiso que en su mano fuera liviana, eficaz, ágil; usted la utilizó y la puso a disposición de las víctimas , de las verdaderas, las que no saben escribir, ni explicarse, ni luchar, ni siquiera quejarse. Y sin clamar después por justicia porque no quería juzgar, sin hablar de honor porque no quería recibir honores, sin invocar tampoco la generosidad porque ignoraba que usted era la generosidad misma, ha sido el único hombre justo, honrado y generoso de nuestra época, trabajando sin descanso, dando todo a los demás, viviendo sin lujos, pero también sin austeridad, sin tabúes y sin farras, salvo la de la escritura, haciendo el amor y dándolo, seduciendo, pero abiertamente dispuesto a ser seducido, dejando atrás a sus amigos, excediéndolos en velocidad e inteligencia y brillo, pero volviéndose sin cesar hacia ellos para ocultárselo. A menudo prefirió ser utilizado, ser engañado, a ser indiferente; y también a menudo fue decepcionado sin esperanzas.

¡Qué vida ejemplar para un hombre que nunca quiso ser un ejemplo! Y ahora está privado de la vista, sin poder leer según dicen, y debe sentirse seguramente lo más desdichado que imaginar pueda. Quizás entonces le alegre saber que en todos lados donde estuve durante estos veinte años, en el Japón, en Estados Unidos, en Noruega, en la provincia o en París, he visto a hombres y mujeres de todas las edades hablar de usted con esa admiración, esa confianza y hasta con esa misma gratitud que la que confieso aquí.

Este siglo se ha revelado loco, inhumano y podrido. Usted ha sido inteligente, tierno e incorruptible y sigue siéndolo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Jorge Guillén. Cartas de amor inéditas. (Jorge Guillén Cartas a Germaine)


Genève, le 12 décembre [1]920. Dimanche

Me apresuro a escribirle con un placer tal que tengo que hacérselo compartir inmediatamente. Rápido, rápido, antes de que desaparezca el momento... (¡estoy tan agradecido al inventor de la pluma -que me permite entrar en comunicación con usted tan rápidamente!) Tengo el mar delante de mí. Sí. Toda la ilusión del mar, todo lo que los ojos pudieran encontrar de marino en un mar auténtico. Esta larga perspectiva de aguas agitadas y obstinadas, como un pensamiento único y enervante, este color verdoso, estas olas esculpidas en bronce, esta bruma lejana que oculta el horizonte, este conjunto que diviso a través de los amplios cristales de un balcón suspendido... sobre el abismo, el dulce abismo de un lago templado,¿no es acaso realmente el mar, el mismo mar de todas partes, -de Trégastel?-. Estoy en Versoix -a unos minutos de Ginebra- en un chalet suizo, bastante campestre, de aire rústico -sin ningún estigma de café urbano-. No hay nadie. La vieja encargada acaba de poner un mantel de cuadros rojos y blancos en una gran mesa redonda, para mí, único impar que se acoda en ella. -Tome su té ahora que está bien caliente -me dice la señora-. Está oscuro. La señora acaba de encender una lámpara -un candil de petróleo suspendido y burgués. Y lo que es sobre todo exquisito, es el rumor de las olas que me da por este tiempo frío, con el retroceso de la distancia, prolongada y agravada por la luz del crepúsculo, una impresión de Trégastel -súbitamente surgida del fondo del lago para ayudarme mejor a evocarla a usted-. Y este recuerdo de Trégastel, ese único nombre de Trégastel me enternece infinitamente. Además, tengo tiempo hoy. Es domingo, y el mundo es mío. Espere, mi pastelillo pequeñín... tengo mermelada, mantequilla y pan. Como no está usted, permítame que le prepare el té.

“(Siempre el amplio mar. / ¡Ay, ese Trégastel de fatal / Destino!)”

¿Verdad que es excelente? Acabo de comer con apetito, con la voracidad de una juventud que se respeta, y conoce sus derechos y sus deberes. Me acabo de cambiar de mesa. Heme aquí ahora en el centro de la habitación, en una mesa larga familiar, mesa redonda, digámoslo así. He vislumbrado unas frutas -tan plásticas en el fondo oscuro-. Tengo unas mandarinas que me esperan. -A falta de algo mejor, voy a regalarme con este sur en bolas.

¡Es inaudito, cómo este alto en un chalet suizo -al borde de este tierno Trégastel, ¡qué tempestuoso está ahora, oscuro y realmente inmenso!-, cómo este alto me encanta! Es que la voluptuosidad es completa -para un pobre imaginativo como yo-. (Y casi siempre, cuando un momento está logrado, realmente logrado, la palabra voluptuosidad se impone.) Para empezar, me siento a gusto interiormente, pues nada me distrae de usted. Lo que quiere decir que me siento a gusto materialmente. Es necesidad espiritual del confort: que las cosas no nos distraigan de los objetos interiores. Es precio del placer: que las cosas sean buenas conductoras del espíritu. Las cosas incómodas hacen rebotar el espíritu. Sólo el placer nos prolonga y nos aumenta. Y en este momento, las circunstancias son muy armoniosamente propicias al placer que una ausencia permite. Resultado total: la puerta está cerrada. Tengo la fórmula de mi felicidad -de la felicidad (todavía fórmula)-. ¿Un momento de felicidad es sentir que la puerta está bien cerrada? ¿Egoísmo? No. No. En principio, es sentir el universo bien completo, bien encerrado sobre sí mismo, con la perfección que nos ofrece una circunferencia: el perfecto retorno sobre sí mismo. Es sentir el mundo completo, y es sostenerlo en la mano, besarlo. Besar la boca amada es sentir la perfección geométrica de la circunferencia -es besarlo todo.

(El mar se ha oscurecido. Se percibe apenas. La noche se ha impuesto. No queda ahora más que el rumor de las olas, que rompen con golpes muy intermitentes. La noche hace precisos los sonidos. Por eso en la noche sentimos más tangible nuestra alma, “Cisterna, amarga, sonora y sombría”.) ¡Ah! Ahora, es maravilloso.No disfrutaba desde hace mucho tiempo de una soledad tan exquisita.La señora ha desaparecido. Una fuente en el fondo del chalet, gotea con una cadencia marcada por golpes secos. (-¿Agua por golpes secos? -Pues sí, señor abad.) Oh, qué ruido magnífico hace este mar tregasteliano. -Apoyado en este momento por el del tranvía que pasa a lo lejos-. Es un estrópito a lo Berlioz. -Mejor todavía-. A lo Franck, a lo Beethoven.

No más paisaje a través de los cristales. No veo en el sitio en que estaba antes Trégastel más que la lámpara reflejada, suspendida milagrosamente sobre las aguas.

Hoy es el domingo del carnaval ginebrino. Hay gente por todas partes; gente disfrazada comunica a las calles, a la atmósfera, una estupidez inmerecida. He tenido la suerte de caer en un sitio desierto -donde sólo el mar me acompaña, el de la Pointe du Raz, mejor todavía que el de Trégastel. Esta mandarina estaba exquisita -fresca, perfumada, dulce, dócil-. -La he pelado como se desnuda a una mujer-. (“Una”, por decirlo de alguna manera.) -El cigarrillo es un poco fuerte-. -Pero no lo es la cerveza-. Pues no sabiendo qué pedir, he caído en esta bebida germánica. Recuerdo ahora que había pensado en ir a Coppet, para visitar el castillo de madame de Staël -abierto hasta el 15 de diciembre con ocasión de la asamblea de la Sociedad de Naciones-, pero no hablemos de ello esta noche. Eso forma parte de los temas útiles. Y este domingo, quiero sentirme feliz, perdido en un rincón de Suiza, ignorado, con un vago encanto romántico, evocando intensamente la presencia, la sonrisa, la boca de Germaine -y reduciendo mi desventura, por el hecho de estar separado de ella-, burlándome del resto del universo, incluido yo mismo, saboreando este minuto exquisito, este té, esta mermelada, esta mandarina tan gentilmente desvestida, este rumor de olas, esta lámpara suspendida sobre el océano, esta ausencia de humanos, este goteo rítmico del agua de una fuente -para no ser demasiado egoísta, esta entrada súbita en escena de mi madre, de Mathilde, de mi padre- y además, a continuación, otra vez solo, el placer de escribir, de trazar pequeños signos negros sobre la blancura ofrecida, el placer de devanar el hilo de mi pensamiento, de mis fantasías, de mis sofismas, de mis impresiones -para mezclarlo todo y confundirlo- a fin de mejor... sentir la presencia de Germaine. Así, yo sé que mi desgracia, mi verdadera desgracia es estrictamente ésta: que a pesar de la fuerza de mi evocación, usted no está aquí, en Versoix, el 12 de diciembre del novecientos veinte, a las seis y diez de la tarde, y usted no me contesta, y yo no puedo besarla. -Ahí- pues tengo muchas ganas de besarla.

Para sentir la puerta bien cerrada, y el universo bien cerrado sobre sí mismo, con la perfección geométrica del círculo.

La beso, de todas formas -como pienso, con toda mi imaginación, y con todo mi corazón.

Muy suyo

Jorge

Fuente: EL CULTURAL.es

martes, 7 de septiembre de 2010

Carta a los obreros rusos Buenaventura Durruti


Primera versión

CNT-FAI. Milicias Antifascistas, Columna Durruti, Cuartel General.

Al proletariado de la Unión Soviética:

Compañeros, aprovecho esta oportunidad para enviaros fraternales saludos desde el frente de Aragón, donde miles de vuestros hermanos luchan, como vosotros veinte años atrás por la liberación de nuestra clase, oprimida y humillada durante siglos. Hace veinte años, los obreros de Rusia enarbolaron en Oriente la bandera roja, símbolo de la hermandad internacional de los trabajadores. Vosotros habéis puesto vuestras esperanzas en la clase obrera internacional, confiando en que ellos os ayudarían en la gran obra que habíais iniciado. Los trabajadores del mundo no os traicionaron, sino que os ayudaron todo lo que pudieron.
Hoy ha nacido en Occidente una nueva revolución y se vuelve a desplegar la misma bandera que representa nuestro ideal común y victorioso. La fraternidad une a nuestros pueblos largamente oprimidos, el uno por el zarismo y el otro por una despótica monarquía. Confiamos en vosotros, los obreros de la URSS, para la defensa de nuestra revolución. No podemos fiarnos de los políticos que se llaman antifascistas y demócratas. Sólo creemos en nuestros hermanos de clase.
Sólo los obreros pueden defender la revolución española, así como nosotros luchamos por la rusa hace veinte años. Creednos. Somos obreros como vosotros. En ningún caso renunciaremos a nuestros principios ni deshonraremos los símbolos del proletariado, las herramientas de nuestro trabajo, la hoz y el martillo.
Saludos de todos los que combaten en el frente de Aragón, arma en mano, contra el fascismo.

Vuestro compañero B. Durruti.
Osera, 22 de octubre de 1936.

Segunda versión

A los obreros rusos:

En Rusia viven numerosos revolucionarios internacionales que sienten y piensan como nosotros. Pero no son libres. Se hallan en celdas, en cárceles políticas y en campos de trabajos forzados. Muchos de ellos han exigido expresamente que los pusieran en libertad para luchar en España, en primera línea, contra el enemigo común. El proletariado internacional no puede comprender por qué están detenidos esos compañeros. Tampoco comprendemos por qué los refuerzos y las armas que Rusia se dispone a enviar a España son objeto de un regateo político que comporta la renuncia de los revolucionarios españoles a su libertad de acción.
La revolución española debe seguir un curso diferente al de la Revolución Rusa. No debe desarrollarse bajo la consigna: «Un partido al poder y los demás a la cárcel.»
Debe procurar por el contrario la victoria del único lema que favorece verdaderamente al frente único y no lo rebaja a un engaño: «Todas las tendencias al trabajo, todas las tendencias al combate contra el enemigo común. ¡Y el pueblo decidirá qué régimen le conviene!»

Carta de Federico García Lorca a Adolfo Salazar


Madrid, junio de 1936

Señorito musiquito
Adolfito Salazar,
de su Amigo Federico
(Urgente)


Queridísimo Adolfo:

Me voy dos días a Granada para despedirme de mi familia. Como me voy en auto, por eso ha sido la cosa precipitada y nada te dije.

Me gustaría que si tú pudieras, y sin que lo notara Bagaría, quitaras la pregunta y la respuesta que están en una página suelta y escrita a mano, página 7 (bis), porque es un añadido, y es una pregunta entre el fascio y el comunismo que me parece indiscreta en este preciso momento, y además está ya contestada antes. Así es que tú la quitas y luego como si tal cosa. No conviene que se entere nadie de esto, pues sería fastidioso para mí.

Abrazos.
Federico

Carta de Ernesto Che Guevara a León Felipe


Agosto 21 de 1964

“Año de la Económia”

Sr. León Felipe,

Editorial Grijalbo, S.A.
Avenida Granjas, 82,
México 16, D.F.

Maestro:

Hace ya varios años, al tomar el poder la Revolución, recibí su último libro, dedicado por usted.
Nunca se lo agradecí, pero siempre lo tuve muy presente. Tal vez le interese saber que uno de los dos o tres libros que tengo en mi cabecera es “El Ciervo”; pocas veces puedo leerlo porque todavía en Cuba dormir, dejar el tiempo sin llenar con algo o descansar, simplemente es un pecado de lesa dirigencia.
El otro día asistí a un acto de gran significado para mí. La sala estaba atestada de obreros entusiastas y había un clima de hombre nuevo en el ambiente. Me afloró una gota del poeta fracasado que llevo dentro y recurrí a usted, para polemizar a la distancia, en mi homenaje; le ruego que así lo interpreté.
Si se siente tentado por el desafío, la invitación vale.
Con sincera admiración y aprecio.

Cmdte. Ernesto Che Guevara

CARTA A LOS PODERES ANTONIN ARTAUD


INTRODUCION

En 1920, a la edad de 24 años Antonin Artaud llega a París con la intención de consagrarse al teatro. Se vincula entonces con Charles Dullin que acaba de fundar el "Théâtre de l'Atelier", participando como actor, decorador y realizador. Hace ya tiempo que Artaud se interesa en las actividades del grupo surrealista. En 1923, en el atelier de André Masson, entra en contacto con Robert Desnos, Michel Leiris y Miró, quienes poco tiempo más tarde lo presentan a André Breton y al grupo surrealista que acaba de organizarse alrededor del Primer Manifiesto. Es la época de la aparición de "La Revolución Surrealista", órgano del movimiento. Adhiere inmediatamente y se convierte en uno de los principales portavoces de la ideología: "A pesar del poco tiempo transcurrido desde que Artaud se había unido a nosotros, nadie, como él, supo entregarse tan espontáneamente al servicio de la causa surrealista... Lo poseía una especie de furor que no perdonaba, por así decir, ninguna de las instituciones humanas, pero que podía, ocasionalmente, resolverse en un estallido de risa por el que pasaba todo el desafío de la juventud. No sorprende que este furor, por el enorme poder de contagio que poseía, haya influido profundamente en la trayectoria surrealista..." (André Breton, "Entretiens", Gallimard, 1952).
A comienzos del año 1925 el grupo funda una "Central de Investigaciones Surrealistas", cuyo objetivo inicial es "recoger todos los datos posibles en lo que concierne a las formas que puede adoptar la actividad inconsciente del espíritu". Artaud, al asumir poco después la dirección, se esfuerza por convertirla en un centro de "reordenamiento" de la vida. "El surrealismo, más que creencias, registra un cierto orden de repulsiones. Es ante todo un estado de espíritu. No determina recetas". El grupo le confía entonces la dirección del n° 3 de "La Révolution Surréaliste", que hasta ese momento estaba a cargo de Péret y Naville.
Artaud toma la iniciativa de redactar la mayor parte de los textos que se publican en ese número, dando un giro inesperado al tono de la publicación. "Aquí el lenguaje se desprende de todo lo que podía darle un carácter ornamental, se sustrae a la "ola de sueños" de la que habló Aragón, y surge templado y resplandeciente, pero resplandeciente a la manera de un arma..." (Breton, op. cit.). Sus textos, impregnados de un abierto ardor insurreccional, están redactados en forma de cartas abiertas y dirigidos contra aquellas instituciones o sus representantes frente a los cuales el surrealismo comienza a organizar ya su clamor de protesta. Para los fines de la presente edición, creímos justificado agruparlos bajo el título general de

"Carta a los Poderes".

Desde el primer texto "¡A la mesa!", que figura como editorial de la revista, una voz profética y exaltada por una violencia que inquietaba aún a sus propios compañeros, lanza un ataque frontal contra el "espíritu" lógico y sus "poderes" de opresión, que de siglo en siglo han ido instrumentando la liquidación del hombre. En las cartas siguientes precisa los términos de su denuncia contra ese "espíritu" fabricado en las Universidades, reivindicado en los Hospicios y "transfigurado" en Roma. Queda el llamado a un oriente dialéctico, a través de las cartas al Dalai Lama y a las Escuelas de Buda, donde podemos adivinar - a la luz del romanticismo surrealista - un eco del "Viaje al Oriente" nervaliano.
Pero no hay que apresurarse en reconocer aquí a un oriente histórico, sino más bien a un "oriente interior", negación donde se transfiere todo lo que el occidente no es. Veinte años mas tarde, la voz de Artaud, convertida en grito después de su pasaje per el hospicio de Rodez, descargará con la violencia del anatema todas sus baterías contra ese oriente y su "espíritu" que como todo "espíritu" se aplicó en torturar a la vida. Estas cartas, junto con "L'Ombilic des limbres" y "Le pèse-nerfs" *, representan el comienzo de una desgarradora experiencia, de una zambullida en su interioridad, interioridad que "está abierta por el vientre, y por abajo acumula una intraducible y sombría ciencia plena de mareas subterráneas, de edificios cóncavos y de una agitación congelada".
• "El pesa -nervios". Ediciones Mundonuevo, Buenos Aires, 1959. (Trad. Gerardo Gutman).

A la mesa

Abandonad las cavernas del ser. Venid, el espíritu alienta fuera del espíritu. Ya es hora de dejar vuestras viviendas.
Ceded al Omni-Pensamiento. Lo Maravilloso esta en la raíz del espíritu.
Nosotros estamos dentro del espíritu, en el interior de la cabeza. Ideas, lógica, orden, Verdad (con V mayúscula), Razón: todo lo ofrecemos a la nada de la muerte. Cuidado con vuestras lógicas, señores, cuidado con vuestras lógicas; no imagináis hasta dónde puede llevarnos nuestro odio a la lógica.
La vida, en su fisonomía llamada real, sólo se puede determinar mediante un alejamiento de la vida, mediante un suspenso impuesto al espíritu; pero la realidad no está allí. No hay, pues, que venir a fastidiarnos en espíritu a nosotros, que apuntamos hacia cierta eternidad superreal a nosotros que desde hace ya tiempo no nos consideramos del presente y somos para nosotros como nuestras sombras reales.
Aquel que nos juzga no ha nacido al espíritu, a ese espíritu a que nos referimos y: que está, para nosotros, fuera de lo que vosotros llamáis espíritu. No hay que llamar demasiado nuestra atención hacia las cadenas que nos unen a la imbecilidad petrificante del espíritu. Nosotros hemos atrapado una nueva bestia. Los cielos responden a nuestra actitud de absurdo insensato. El hábito que tenéis todos vosotros de dar la espalda a las preguntas no impedirá que los cielos se abran el: día establecido, y que un nuevo lenguaje se instale en medio de vuestras imbéciles transacciones. Queremos decir: de las transacciones imbéciles de vuestros pensamientos.
Hay signos en el Pensamiento. Nuestra actitud de absurdo y de muerte es la de mayor receptividad. A través de las hendiduras de una realidad en adelante no viable, habla un mundo voluntariamente sibilino.

Mensaje al Papa.

No eres tú el confesionario, ¡oh Papa!, lo somos nosotros; compréndenos y que los católicos nos comprendan.
En nombre de la Patria, en nombre de la Familia, impulsas a la venta de las almas y a la libre trituración de los cuerpos.
Entre nuestra alma y nosotros mismos, tenemos bastantes caminos que transitar, bastantes distancias que salvar, para que vengan a interponerse tus tambaleantes sacerdotes y ese cúmulo de aventuradas doctrinas con que se nutren todos los castrados del liberalismo mundial.
A tu dios católico y cristiano que - como los otros dioses - ha concebido todo el mal:
1. Te lo has metido en el bolsillo.
2. Nada tenemos que hacer con tus cánones, index, pecados, confesionarios, clerigalla; pensamos en otra guerra, una guerra contra ti, Papa, perro.
Aquí el espíritu se confiesa al espíritu.
De la cabeza a los pies de tu mascarada romana, triunfa el odio a las verdades inmediatas del alma, a esas llamas que consumen el espíritu mismo. No hay Dios, Biblia o Evangelio, no hay palabras que detengan al espíritu.
No estamos en el mundo. ¡Oh Papa confinado en el mundo!, ni la tierra ni Dios hablan de ti.
El mundo es el abismo del alma, Papa contrahecho, Papa ajeno al alma; déjanos nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas; no necesitamos tu cuchillo de claridades.

Mensaje al Dalai Lama.

Somos tus muy fieles servidores, ¡oh Gran Lama!, concédenos, envíanos tu luz en un lenguaje que nuestros contaminados espíritus de europeos puedan comprender, y si es necesario cambia nuestro Espíritu, créanos un espíritu vuelto por entero hacia esas cimas perfectas donde el Espíritu del Hombre ya no sufre.
Créanos un Espíritu sin hábitos, un espíritu cuajado verdaderamente en el Espíritu, o un Espíritu con hábitos más puros - los tuyos - si ellos son aptos para la libertad.
Estamos rodeados de papas decrépitos, de profesionales de la literatura, de críticos, de perros; nuestro Espíritu está entre perros, que inmediatamente piensan a ras de tierra, que irremediablemente piensan en el presente.
Enséñanos, Lama, la levitación material de los cuerpos, y cómo evitar ser retenidos por la tierra.
Porque tú bien sabes a qué liberación transparente de las almas, a qué libertad del Espíritu en el Espíritu aludimos, ¡oh Papa aceptable!, ¡oh Papa del Espíritu verdadero!
Con el ojo interior te contemplo, ¡oh Papa!, en la cumbre de lo interior. Es en ese interior donde me asemejo a ti, yo, germinación, idea, labio, levitación, sueño, grito, renunciamiento a la idea, suspendido entre todas las formas y a la espera sólo del viento.

Carta a los rectores de las universidades europeas.

Señor rector:

En la estrecha cisterna que. llamáis "Pensamiento": los rayos del del espíritu se pudren como parvas de paja.
Basta de juegos de palabras, de artificios de sintaxis, de malabarismos formales; hay que encontrar - ahora - la gran Ley del corazón, la Ley que no sea una ley, una prisión, sino una guía para el Espíritu perdido en su propio laberinto. Más allá de aquello que la ciencia jamás podrá alcanzar, allí donde los rayos de la razón se quiebran contra las nubes, ese laberinto existe, núcleo en el que convergen todas las fuerzas del ser, las últimas nervaduras del Espíritu. En ese dédalo de murallas movedizas y siempre trasladadas, fuera de todas las formas conocidas de pensamiento, nuestro Espíritu se agita espiando sus mas secretos y espontáneos movimientos, esos que tienen un carácter de revelación, ese aire de venido de otras partes, de caído del cielo.
Pero la raza de los profetas se ha extinguido. Europa se cristaliza, se momifica lentamente dentro de las ataduras de sus fronteras, de sus fábricas, de sus tribunales, de sus Universidades. El Espíritu "helado" cruje entre las planchas minerales que lo oprimen. Y la culpa es de vuestros sistemas enmohecidos, de vuestra lógica de dos y dos son cuatro; la culpa es de vosotros - Rectores - atrapados en la red de los silogismos. Fabricáis ingenieros, magistrados, médicos a quienes escapan los verdaderos misterios del cuerpo, las leyes cósmicas del ser; falsos sabios, ciegos en el más allá, filósofos que pretenden reconstruír el Espíritu. El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y más revelador que cualquier sistema metafísico.
Dejadnos, pues, Señores; sois tan solo usurpadores. ¿Con qué derecho pretendéis canalizar la inteligencia y extender diplomas de Espíritu?
Nada sabéis del Espíritu, ignoráis sus más ocultas y esenciales ramificaciones, esas huellas fósiles tan próximas a nuestros propios orígenes, esos rastros que a veces alcanzamos a localizar en los yacimientos más oscuros de nuestro cerebro.
En nombre de vuestra propia lógica, os decimos: la vida apesta, señores. Contemplad por un instante vuestros rostros, y considerad vuestros productos. A través de las cribas de vuestros diplomas, pasa una juventud demacrada, perdida. Sois la plaga de un mundo, Señores, y buena suerte para ese mundo, pero que por lo menos no se crea a la cabeza de la humanidad.

Carta a los directores de asilos de locos.

Señores:

Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana y terrible, ustedes la ejercen con su entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los especialistas, de los gobernantes, reviste a la psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. La profesión que ustedes ejercen está juzgada de antemano. No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia, ni la dudosa realidad de las enfermedades mentales. Pero por cada cien pretendidas patogenias, donde se desencadena la confusión de la materia y del espíritu, por cada cien clasificaciones donde las más vagas son también las únicas utilizables, ¿cuántas nobles tentativas se han hecho para acercarse al mundo cerebral en el que viven todos aquellos que ustedes han encerrado? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, consideran que el sueño del demente precoz o las imágenes que lo acosan, son algo más que una ensalada de palabras?
No nos sorprende ver hasta qué punto ustedes están por debajo de una tarea para la que sólo hay muy pocos predestinados. Pero nos rebelamos contra el derecho concedido a ciertos hombres - incapacitados o no - de dar por terminadas sus investigaciones en el campo del espíritu con un veredicto de encarcelamiento perpetuo.
¡Y qué encarcelamiento! Se sabe - nunca se sabrá lo suficiente - que los asilos, lejos de ser "asilos", son cárceles horrendas donde los recluidos proveen mano de obra gratuita y cómoda, y donde la brutalidad es norma. Y ustedes toleran todo esto. El hospicio de alienados, bajo el amparo de la ciencia y de la justicia, es comparable a los cuarteles, a las cárceles, a los penales.
No nos referimos aquí a las internaciones arbitrarias, para evitarles la molestia de un fácil desmentido. Afirmamos que gran parte de sus internados - completamente locos según la definición oficial - están también recluídos arbitrariamente. Y no podemos admitir que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio, tan legitimo y lógico como cualquier otra serie de ideas y de actos humanos. La represión de las: reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable en principio. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social. Y en nombre de esa individualidad, que es patrimonio del hombre, reclamamos la libertad de esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las facultades de la ley el condenar a encierro a todos aquellos que piensan y obran.
Sin insistir en el carácter verdaderamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida de nuestra aptitud para estimarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de ella se derivan.
Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica, recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales - reconózcanlo - sólo tienen la superioridad que da la fuerza.

Carta a las escuelas de Buda.


Vosotros que no estáis en la carne, que sabéis en qué punto de su trayectoria carnal, de su vaivén insensato, el alma encuentra el verbo absoluto, la palabra nueva, la tierra interior. Vosotros que sabéis como uno da vueltas en el pensamiento y cómo el espíritu puede salvarse de si mismo. Vosotros que sois interiores a vosotros mismos, que ya no tenéis un espíritu a nivel de la carne: aquí hay manos que no se limitan a tomar, cerebros que ven más allá de un bosque de techos, de un florecer de fachadas, de un pueblo de ruedas, de una actividad de fuego y de mármoles. Aunque avance ese pueblo de hierro, aunque avancen las palabras escritas con la velocidad de la luz, aunque avancen los sexos uno hacia otro con la violencia de un cañonazo, ¿qué habrá cambiado en las rutas del alma, qué en los espasmos del corazón, en la insatisfacción del espíritu?
Por eso, arrojad al agua a todos esos blancos que llegan con sus cabezas pequeñas y sus espíritus bien manejados. Es necesario ahora que esos perros nos oigan: no hablamos del viejo mal humano. Nuestro espíritu sufre de otras necesidades que las inherentes a la vida. Sufrimos de una podredumbre, la podredumbre de la Razón.
La lógica Europa aplasta sin cesar al espíritu entre los martillos de dos términos opuestos, abre el espíritu y lo vuelve a cerrar. Pero ahora el estrangulamiento ha llegado al colmo, ya hace demasiado tiempo que padecemos bajo el yugo. El espíritu es más grande que el espíritu, las metamorfosis de la vida son múltiples. Como vosotros, rechazamos el progreso: venid, echad abajo nuestras viviendas.
Que sigan todavía nuestros escribas escribiendo, nuestros periodistas cacareando, nuestros críticos mascullando, nuestros usureros deslizándose en sus moldes de rapiña, nuestros políticos perorando y nuestros asesinos legales incubando sus crímenes en paz. Nosotros sabemos - sabemos muy bien - qué es la vida. Nuestros escritores, nuestros pensadores, nuestros doctores, nuestros charlatanes coinciden en esto: en frustrar la vida.
Que todos esos escribas escupan sobre nosotros, que nos escupan por costumbre o por manía, que nos escupan porque son castrados de espíritu, porque no pueden percibir los matices, los barros cristalinos, las tierras giratorias donde el espíritu encumbrado del hombre se transforma sin cesar. Nosotros hemos captado el pensamiento mejor. Venid. Salvadnos de estas larvas. Inventad para nosotros nuevas viviendas.